
Era una tarde de invierno, el viento reinante no me dejaba avanzar. Con bastante esfuerzo llegué a una boca calle y me topé con un hecho por demás repetido en la vía pública. Un conductor omite la señal de pare y al llegar a la esquina insulta a gritos a un transeúnte que estaba cruzando tranquilamente por la senda peatonal.
Por mi experiencia, la persona insultada devuelve de forma vehemente la agresión recibida. Algunas veces este intercambio de insultos termina en una pelea a golpes de puño. Sin embargo, para mi sorpresa, en esta oportunidad el peatón siguió su camino sin perturbarse. Mi cerebro buscaba el porqué de la actitud de esa persona. Pensé que era sordo o tenía audífonos conectados a sus oídos. A pesar del viento pude acelerar mi paso hasta alcanzarlo. Una vez que lo tuve cerca le dije
-Señor
Este se dio vuelta y me respondió con un
-Buen día
No podía salir de mi asombro, no era sordo ni estaba usando audífonos. La pregunta salió espontáneamente de mi boca. ¿No escuchó a ese conductor que lo insultó? El hombre me miró un par de segundos y luego de respirar profundamente me dijo: ¨Joven, no me valgo de la opinión de los demás para valorarme. Así que si me insultan o halagan no les hago caso. Hace tiempo que se quién soy y no me importa lo que otros piensen de mí.
Reflexión
Cuantas veces llevados por nuestro ego herido, reaccionamos inconscientemente ante los comentarios de otras personas asumiendo que sus dichos tienen algún valor real. Esta es una artimaña del ego para asegurar su subsistencia, gobernar la mente y manipular nuestro comportamiento. No deberíamos caer en su trampa, ya que es él quien responde a esos insultos y no nuestro verdadero ser. Tomar consciencia de esto nos ayuda a buscar en nuestro interior quienes somos y a no reaccionar inconscientemente.
Ricardo Zamponi
¨Cómo te trata la gente es su karma, cómo reaccionas tú, es el tuyo.¨
Weyner Dyer
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